Breaking chains. (Aida L/Unsplash)
Por Marelinke van der Riet

A medida que se acerca Pésaj (Pascua judía), Jerusalén se llena de actividad. Las familias judías están inmersas en la limpieza de primavera, sacando el chametz (levadura) de sus casas para preparar los siete días de la Fiesta de los Panes sin Levadura. Es un momento para recordar el Éxodo de Egipto, pero más allá de la liberación física, refleja una historia más profunda y eterna: nuestro viaje espiritual desde la esclavitud del pecado hasta la libertad victoriosa que encontramos en Cristo.

Esta estación también marca el comienzo del mes hebreo de Nisán, el “primer mes” bíblico, cuando Dios declaró: “Este mes será tu principio de los meses”. (Éxodo 12:2) Mientras que Rosh Hashaná es el Año Nuevo civil judío, Nisán es el primer mes del calendario eclesiástico. De los cuatro Años Nuevos judíos (1 de Nisán, 1 de Elul, 1 de Tishrei y 15 de Shevat), Nisán es el más destacado: recuerda el momento en que nació una nación y comenzó su viaje desde la esclavitud a la promesa. Curiosamente, la palabra Nisan procede del hebreo nitzan, que significa “brote” y simboliza la primavera, una nueva estación y un nuevo comienzo.

Las pirámides de Egipto. (Andres Dallimonti/Unsplash)

La historia del Éxodo no trata sólo de una huida histórica de Egipto, sino que es una narración viva y continua que sigue dando forma a nuestra comprensión de la verdadera libertad. Aunque los israelitas eran físicamente libres, aún tenían que superar el trauma de la esclavitud. Hoy en día, muchos experimentan una paradoja similar: libertad física pero esclavitud interna. La historia del Éxodo nos enseña que la verdadera liberación requiere la curación interior, un proceso tan importante o más que la emancipación física.

Este año, ese anhelo de libertad se siente especialmente fuerte. Israel se enfrenta a un conflicto constante, al aumento del antisemitismo y a la dolorosa realidad de los 59 rehenes que siguen retenidos en Gaza. El antiguo grito “Dios, líbranos” resuena con urgencia. Como nos recuerda Éxodo 3:7, Dios ve, oye y conoce las penas de su pueblo, y sigue actuando.

En cada generación, los “faraones” adoptan nuevas formas: injusticia, opresión y sistemas que aplastan a los vulnerables. Sin embargo, ningún poder puede resistir la voluntad liberadora de Dios. Incluso la palabra hebrea para Egipto, mitzrayim, significa “lugares estrechos”, un símbolo de todos los espacios en los que nos sentimos atrapados o limitados. Pero Dios promete la liberación de estos momentos de mitzrayim, ya sean físicos, emocionales o espirituales. Como declaró en Éxodo 6:6-7, “Yo te sacaré… Yo te rescataré… Te redimiré… Te tomaré como Mi pueblo”.

Estas cuatro promesas se encarnan en las cuatro copas del Séder de Pascua, cada una de las cuales simboliza un aspecto distinto del plan redentor de Dios. La primera copa, la Copa de la Santificación, marca la promesa de Dios de sacar a su pueblo de la esclavitud. La segunda, la Copa de la Liberación, significa su liberación de la esclavitud. La tercera, la Copa de la Redención, representa el poderoso acto del rescate de Dios, mientras que la cuarta, la Copa de la Alabanza, celebra la relación de alianza de Dios con su pueblo.

Para los cristianos, esta promesa de liberación encuentra su cumplimiento definitivo en Jesucristo, nuestro Cordero pascual. Él encarna la tercera copa -la Copa de la Redención- mediante su sacrificio en la cruz. Por medio de Él, somos liberados del pecado y de la muerte. “Si el Hijo os hace libres, seréis verdaderamente libres” (Juan 8:36). La libertad en Cristo no está ligada a las circunstancias: es eterna.

Matzah, o pan ácimo, que se come durante la Pascua judía. (Shraga Kopstein/Unsplash)

En esta Pascua, mientras los hogares judíos eliminan la levadura -símbolo del pecado-, se nos recuerda que debemos limpiar también nuestros corazones. Como escribe Pablo en 1 Corintios 5:7-8, estamos llamados a celebrar la fiesta “con el pan sin levadura de la sinceridad y la verdad.” Este proceso de purificación es tanto espiritual como físico.

Que esta estación despierte nuestros corazones para interceder, buscando la libertad no sólo para nosotros mismos, sino para todos los que siguen atados. Que Dios nos libere rápidamente y nos conduzca de los lugares estrechos a la libertad abierta de su amor redentor.

¡Chag Pesach Sameach!

Foto principal: Aida L/Unsplash